
La luna brillaba tenuemente en la noche crujiente del cementerio, mientras las sombras de los árboles danzaban en un juego de luces y sombras sobre las lápidas. Era una de esas noches en las que la historia susurra desde los rincones olvidados, y las voces de los que una vez habitaron este mundo se entrelazan con las de los vivos.
Desde los primeros instantes, la atmósfera se encontraba cargada de expectativa. La propuesta iniciaría con “La fiesta del poder”, una representación vibrante que remontaría al público a las épocas de definiciones políticas, donde la lucha por el control y la soberanía se entrelazaban con la identidad cultural de los bolivianos.
Con la guía de Lady Mamani, los visitantes se embarcan en un recorrido por los ecos del pasado de Bolivia, un viaje que rinde homenaje a los 200 años de historia que nos preceden.
Con cada intervalo de 30 minutos, los espectadores tendrían la oportunidad de sumergirse en la vida de personajes tan conocidos como Manuel Isidoro Belzu y Mariano Melgarejo.
Cuántas historias habríamos escuchado sobre su extravagante, dictatorial y tumultuosa existencia, pero verlas desempeñadas en el escenario otorgaría una nueva dimensión a sus realidades.
El viaje continuaría con el protagonismo de José Manuel Pando y Pablo Zárate, cuyas trayectorias marcaron un antes y un después en la historia nacional. Las luces del escenario iluminarían figuras cargadas de matices, mostrando no solo sus aciertos, sino también sus fracasos, el dilema humano que trasciende el tiempo.
“Este año, queremos mostrar cómo se ha ido construyendo nuestra historia y el poder que ha sido entregado al pueblo melgarito.”, decía la voz firme de Teresa Maita, una de las guías voluntarias.
La luz de su linterna iluminaba su rostro mientras hablaba de la lucha de las culturas afrobolivianas, que desde siglos atrás fueron marginadas y silenciadas, pero que hoy se alzan con fuerza en la narrativa nacional.
El grupo estaba en el segundo hito de una serie de ocho, un recordatorio de la resiliencia de un pueblo que ha buscado su lugar en la historia.
La representación culminaría con un mensaje de esperanza a través de la figura de la Madre Patria, recordándonos que, a pesar de las adversidades, la fortaleza de la identidad boliviana siempre prevalecerá.
Al final todos saldrían felices y agradecidos con el Alcalde, afirmando que con impulso había revitalizado esta actividad que rescataba la memoria colectiva. “Gracias a él también se está haciendo posible este evento.
Se nota que han metido más energía en todo”, reconocían algunos asistentes. Las palabras de gratitud resonaban no solo en la voz de los guías, sino también en el corazón de aquellos que buscaban revalorizar su historia, mantenerla viva y llevarla hacia el futuro.
Via: AMUN