Potosí es una extraordinaria caja de sorpresas agradables. Es mucho más que el histórico Cerro Rico o que el gigantesco Salar de Uyuni. La naturaleza del suroeste boliviano guarda paisajes que una vez descubiertos despiertan la admiración por el altiplano, por las alturas. Ese espejo de sal que atrae a turistas de todo el mundo es perfectamente la puerta de ingreso a un mundo donde rocas tienen formas de extensas ciudades, animales gigantescos o para apreciar que solo en Bolivia las lagunas pueden tener diferentes colores.
El suroeste boliviano, el departamento de Potosí, es un mundo por descubrir. Y eso lo sabe muy bien el guía de turismo José Luis Castro, un boliviano que ha dedicado una buena parte de su vida para dar información sobre las maravillas que los ojos de los visitantes pueden apreciar: El valle de las rocas, el desierto de Dalí, la Italia perdida, los geiser del sol de mañana, las aguas termales de polques, los bofedales de la laguna negra, los flamencos rosados de la laguna colorada o la laguna verde a los pies del Licancabur, son algunos de los atractivos naturales descubiertos en el extenso altiplano. “Nuestro departamento es un mundo por explorar y descubrir”, afirma con orgullo José Luis, mientras el sol se alza imponente.
El Salar de Uyuni se ha incorporado con todos los honores entre los atractivos turísticos más importantes del mundo. Personalidades de talla planetaria, del mundo político o el de la farándula, revistas especializadas internacionales y ciudadanos del globo destacan los atributos que el gigante espejo de sal ofrece en diferentes momentos del día, como el amanecer o la puesta del sol, o en distintas temporadas del año. Y el objetivo de Corporación Hidalgo es que esa energía que despierta el salar se extienda hacia ese mundo que privilegiados ojos conocen del extremo sur oeste de Potosí. Esta empresa boliviana se ha especializado en ofrecer circuitos turísticos para quienes pretenden dejar en las ciudades las preocupaciones cotidianas y el estrés de la vida contemporánea y optan por adentrarse en el altiplano para dejarse sorprender y volver a casa con las energías recargadas.
“Con este recorrido, queremos mostrar la joya escondida que tiene Bolivia, que tiene rincones maravillosos. Desde el salar de Uyuni, llegamos a la región de los Lípez en un hermoso y único recorrido que permite conocer las lagunas de colores”, explica desde el espejo de sal Andrea Guhrauer, la gerente de Marketing de Corporación Hidalgo, una empresa cuyo primer propietario fue pionero en el descubrimiento de las maravillas de Potosí, desde el centro hasta el extremo sur, hasta la frontera con Chile.
Sí, en efecto. La propuesta que la empresa boliviana consiste en un circuito turístico que puede ser de tres días de viaje o de más tiempo, de acuerdo a la disponibilidad del turista. Así, la aventura empieza en el Cementerio de Trenes, ubicado al borde del salar de Uyuni, en el suroeste de la ciudad. El sitio evoca aquellos tiempos en que el ferrocarril era sinónimo de progreso, de la fuerza de la minería boliviana, ya sea del estaño o de la plata.
La actividad minera precisamente hizo que en esta región se conserve la cultura y las tradiciones de la población de San Cristóbal. Allí, en el municipio de Colcha K, la empresa que se hizo de la explotación de plata y otros concentrados construyó un nuevo pueblo y levantó piedra tras piedra la iglesia edificada hace siglos, durante la Colonia. El traslado y restauración del templo —catalogado como monumento nacional— fue llevado a cabo por técnicos del Viceministerio de Culturas, con el financiamiento de la minera Andean Silver Corporation, en 1999, hace ya un cuarto de siglo.
El altiplano boliviano es sorprendente. Allí la naturaleza se expresa con absoluta libertad, pues la erosión de la tierra, los fuertes vientos y el suelo afectado por terremotos del pasado, se convierten en cinceles para dar formas de figuras a gigantescas rocas o para hacer cortes geométricos perfectos, como si se tratara de un queso endeble. Sí, en el valle de las rocas, el visitante puede apreciar a animales, a seres gigantescos. Otro punto es Italia Perdida, una formación geológica, que se encuentra en la provincia Nor Lípez y donde los rayos del sol proyectan sombras de seres y estructuras imponentes.
“Desde el salar de Uyuni que está en el medio de Potosí, hasta el extremo suroeste de Potosi, pasamos por San Cristobal. Fuimos a la reserva Eduardo Avaroa, y allí vimos el desierto de Dalí”, explica Castro, el guía de turismo quien ordena detener al convoy de vagonetas precisamente para apreciar unas montañas ataviadas de colores y degradeles.
El gran pintor español nunca supo de este sitio ubicado en el desierto boliviano. Pero muchísimo más antes de la llegada de Dali al mundo, la naturaleza ya había creado paisajes surrealistas sin igual.
Volcanes del pasado y lagunas de colores
El circuito turístico que ofrece la Corporación Hidalgo lleva a los turistas hasta la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Abaroa, el área natural altiplánica protegida más importante del sur boliviano, donde la fauna y la flora son únicas. Allí, el paisaje regala miles de instantáneas fotográficas. Precisamente por eso es el parque más visitado del país, con al menos 40 000 visitantes al año.
Este parque protegido cuenta con sitios donde hay erupciones de vapor, inmensos volcanes, formaciones rocosas surrealistas, aguas termales, caminos imposibles y refugios encantadores para conectarse con lo esencial.
Las montañas de la reserva son las más altas de la frontera de Bolivia con Chile y Argentina y entre ellas se encuentra el volcán Licancabur, el punto fronterizo con el vecino chileno. Es un cono prácticamente perfecto, y a cuyos pies se encuentra la laguna Verde, un hermoso espectáculo gracias a la presencia fortísima de minerales que le dan en algunos horarios una tonalidad turquesa.
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La laguna Verde se encuentra al extremo suroeste de Bolivia, en el punto de encuentro con Chile, allí donde se alza imponente el Licancabur
Y este espejo tóxico, a donde las vicuñas saben que no pueden acercarse, es el punto final de un tour que en una jornada permite disfrutar de la laguna blanca, donde el boro es omnipresente; la laguna colorada, que es paraje sin igual gracias a los centenares de flamencos que conviven.
Y por si aquello fuera poco, en el camino a estos espejos de agua, el visitante puede hallar toparse con un sitio donde la tierra hierve y el ambiente tiene olor a amoniaco y azufre. Sí, los géiseres del Sol de Mañana son el testimonio de que en el municipio San Pablo Lípez, en el pasado, hubo un inmenso volcán. En un área de 10 kilómetros cuadrados hay respiraderos de vapor, ollas de lodo, aguas termales, géiseres y fumarolas.
En otro punto del parque nacional se encuentra la laguna Polques, donde las ágiles vicuñas no se hacen líos para ser fotografiadas muy de cerca. El atractivo de Polques no es su color, sino sus aguas termales, que tienen una temperatura de más de 30 grados y donde es posible tomarse un baño relajante y hasta con beneficios médicos, porque los escasos pobladores del lugar dicen que esas aguas tienen efectos positivos contra la artritis o el reumatismo.
“La experiencia que han vivido son las lagunas de colores y el salar de Uyuni. Para que conozcan lo que tiene Potosi, Hemos podido conocer la laguna Colorad, la laguna Verde, los geiser, es un tour que termina en el salar de Uyuni”, explica la gerente de Marketing de Corporación Hidalgo.
Via: UrgenteBo