Vía: UrgenteBo
La ubicación es casi estratégica. Toda persona que pasa por la carretera a Copacabana se encontrará con ella: la tradicional Feria de Ramos en El Alto, que se instaló desde el 20 de marzo y que concluyó este domingo. Los expositores son micro y pequeños empresarios, artesanos, gremiales y otros que convierten a la feria en un espacio colorido con una diversidad de productos. Asimismo, el escenario es donde se manifiesta una cadena de tradiciones y herencias familiares, por parte de comerciantes de La Paz, Oruro, Cochabamba y Potosí.
Ni bien comienza el día, los comerciantes ya tienen todo listo y empiezan a ofrecer lo que han traído. La variedad es impresionante, por mencionar algunas opciones: alcancías, platos de barro, ramos, ropa, tejidos, cerámica, aguayos, zapatos, herramientas para la labranza y mucho más.
Rafa Acarapi llama sonriente a la prensa, deseosa de hacer una invitación a la gente para que pase por su puesto, que se encuentra frente a la carretera. Sentada al medio de zapatos para la mujer de pollera, cuenta que participa de la actividad desde hace 30 años.
El esposo de Rafa es artesano y fabrica zapatos de todo estilo y material. La familia se traslada desde Río Seco a la feria con la esperanza de vender algunos zapatos, pues ya no hay mucha afluencia de personas, como años atrás, comenta ella mientras se arregla su cabello con canas.
“Suele haber venta, pero estos años ha rebajado mucho, somos más vendedores desde la pandemia y ya no se vende. Ya no viene la gente, quizá sea porque ya no hay plata”, menciona.
A unas cuadras más del puesto de Rafa, se encuentra Elsa Alarcón, quien, con apuro y cuidado, prepara ramos adornados de diferentes tamaños y modelos. Ella es parte del Consejo Central de Federaciones y Asociaciones de Artesanos de El Alto (Cocedal).
Elsa acomoda los ramos con una pareja de la hierba ruda (hembra y macho), que sirve para “ahuyentar envidias y maldiciones”. Además, prepara palmas adornadas con flores, que se utilizan para atraer la pasión en los hogares. Y ofrece cruces de Cristo, cruces luminosas y el “Cristo que llora”.
El puesto de Elsa se encuentra en la avenida que se dirige a Villa Cooperativa, entre el distrito 14 y el distrito 5. “Yo quisiera que nos acompañen, que nos visiten, el día domingo vamos a estar desde la mañana”, menciona animada.
En el recorrido por la feria también es tradicional la venta de frutas de la época, por ejemplo, la oferta de peramota, uva y sandías se ve agradable. Los puestos de frutas y de ropa se acomodan en inmediaciones de la carretera, desde el surtidor Servicio Cuentas San Pablo II.
Por la parte derecha de la carretera, en dirección a San Roque, se ubican artesanos que venden herramientas para la labranza de la tierra. Hay picos (o las llamadas chuntillas), carretillas, sogas, estacas, palas, hoz, rastrillos y otros. Ahí se encuentra el puesto de Delia Salazar, quien con mucha alegría carga a su bebé.
El puesto de Delia, que se cubre con una carpa naranja, está colmado de herramientas. Al fondo está su padre y sus sobrinos, y al frente, su hermana. La familia se prepara para la feria cinco meses antes con la elaboración de instrumentos a mano y de todo tamaño. Al día, realizan tres unidades de barra (la cabeza del pico) y de diferente modelo.
“Los compradores son especialmente de provincias, quienes se llevan las herramientas por mayoría y los vuelven a revender”, relata Delia y continúa: “les invitamos a que compren los productos y puedan pasar, les vamos a rebajar”.
Pero la variedad no termina ahí. En las arterias de la feria se halla el puesto de Mario Apaza, quien realiza abarcas, sogas y recipientes de goma de llanta. Su espacio se encuentra en plena esquina y llama la atención de sus compradores con un parlante.
Él participa del evento desde sus 19 años, cuando aprendió a realizar calzados a base de llantas reventadas o viejas. Inicialmente ofrecía sus productos en tres puestos, pero cuenta que desde que murió su esposa, se quedó con uno.
Pese a dicha pérdida, Mario es optimista y prepara sus productos casi un año antes. Su corazón colaborativo también lo ha empujado a obsequiar zapatos a los más necesitados. “A la gente más necesitada, huérfanos, abuelitos, pueden pasar por mi puesto, les voy a obsequiar los zapatos”, indica sonriente.
El sitio donde vende Mario es colindante con mujeres que ofrecen mantas elaboradas a mano, tullmas, aguayos, polleras, chompas, corpiños, lanas de oveja o llama, ruecas, sombreros, centros y mucho más.
La Feria de Ramos además se caracteriza por ofrecer un espacio enorme de diversión para grandes y chicos; hay ruedas gigantes, carruseles y carritos a pedales. En cuanto a gastronomía, el pollo al horno de barro es otro distintivo del lugar.
Una feria nacional
En la Feria de Ramos no solo participan comerciantes del departamento de La Paz, sino de otras regiones, por ejemplo, hay expositores provenientes de Oruro, Potosí y Cochabamba. Ellos ofrecen platos, vasijas, tazas, fogones y ollas de barro. También exponen utensilios de cocina hechos de madera y de todo tamaño, entre otra variedad de productos.
Entre esos comerciantes está Luis Alfredo, quien emprende un largo viaje desde Cochabamba hasta El Alto para participar de la feria anual. Con un sombrero de ala ancha para cubrirse del sol, el joven acomoda sus productos, que están envueltos en periódico. Se trata de platos, alcancías, cántaros, jarras y tazas de barro, que tienen un precio variado, desde los Bs 4 hasta los Bs 85.
Luis comenta que la Feria de Ramos decayó bastante, pues, a comparación de años anteriores, no hay una gran afluencia de visitantes. “Esperemos que este año se recupere, por eso les invitamos a que vengan a la exparada 8, va a encontrar de todo, estamos en el sector Cochabamba”, indica.
Más adelante se encuentra Max Mamani, quien, con mucha paciencia explica a una mujer cómo debe cuidar la olla de barro que le acaba de vender. Delante de él hay varios fogones hechos de greda, color naranja. Hay de dos tamaños, por ejemplo, el más grande sirve para dos cacerolas y el más pequeño, para una.
Max es de Cochabamba y participa de la Feria de Ramos hace cinco años. Sus productos son elaborados a mano, con la ayuda de su familia. El objetivo de Max es que la gente revalorice o preserve lo ancestral con el uso de los tradicionales fogones o recipientes de barro, tal como se lo hace en las comunidades.
“Trabajamos entre muchos, es negocio familiar. Nuestros productos son a mano y no usamos moldes y nos preparamos para la feria con un mes de antelación. Por si fuera poco, explicamos a nuestros clientes cómo cuidar los productos”, expone.
Más adelante hay vendedores de canastas y casi al final de la feria se instalan carros enormes con quintales de arroz, harina y azúcar.