Sábado, Julio 27
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Anastacia Delgado aprendió a tejer a los 5 años, vendió su primera obra a Bs 2 y ahora es finalista del premio Abaroa

Doña Anastacia Delgado, una indígena cochabambina, aprendió a tejer su propia ropa de forma artesanal a sus cinco años, observando a su tía. Su primera prenda se vendió a 2 bolivianos.

Delgado nació en la comunidad de Chiquiruyu, municipio de Tacopaya, provincia Arque, de la región andina de Cochabamba. Cuando tenía apenas 8 meses falleció su papá. Hasta sus 3 años vivió con su mamá, pero luego de que se casó con otro hombre, la abandonó y se quedó con sus hermanos mayores.

La pasión por el arte de tejer surgió por necesidad, a sus cinco años, cuando su hermano Víctor y sus dos hermanas fallecieron con alguna enfermedad, en el año 1968, y quedaron solo ella y Zacarias Delgado, su hermano mayor. 

Doña Anastacia recuerda que su niñez y su adolescencia fue “una pena”, vivieron en extrema pobreza junto a su hermano mayor. “No teníamos qué comer, qué vestir y a dónde acudir para nuestras necesidades esenciales”, recordó entre lágrimas.

A sus 10 años entró a primero de primaria, allí aprendió a escribir su nombre, el abecedario, la suma y la resta. “No teníamos plata para comprar cuaderno ni lápiz y llevé una arroba de papa para intercambiar un cuaderno con la profesora”.

Zacarias Delgado cuenta que a sus 7 años ya araba con la yunta porque no había nadie quien colabore con la producción agrícola para su subsistencia. 

Doña Anastacia y su hermano, a pesar de pasar por muchos obstáculos y pobreza, supieron salir adelante hasta su juventud. 

LA PASIÓN POR EL ARTE DE TEJER 

Doña Anastacia recuerda que, cuando tenía cinco años aproximadamente, por curiosidad de tejer en los telares, fue donde su tía para observar el tejido de un aguayo, sin que su hermano sepa. En ese momento captó a simple vista el tejido de prendas de vestir de forma artesanal. Nadie le enseñó. 

Posteriormente, consiguió restos de la lana de oveja y llama que había dejado su mamá y se animó a tejer un liasu (cinta de adorno para sombrero).

Fue entonces cuando descubrió su habilidad para tejer prendas en los telares, en los palillos y toda forma de tejido artesanal. Gracias a la venta de los tejidos subsistió hasta su juventud.

Delgado teje con palillos o en telares de madera.
Delgado teje con palillos o en telares de madera.

A sus 18 años se casó con Eduardo Mamani, en la comunidad de Luquiapu, municipio Tacopaya, donde actualmente vive. Tuvo diez hijos: seis mujeres y cuatro varones. Fallecieron sus dos primeras hijas después de nacer. Actualmente, siete de los ocho hijos son mayores de edad; el menor cursa quinto de secundaria. 

En septiembre, doña Anastacia cumplirá sesenta años.

Los primeros años de su matrimonio también vivió con muchas dificultades económicas. “La producción agrícola apenas alcanzaba para el consumo familiar, para los hijos no tenía nada de dinero”.

Allí dio otro impulsó más a su habilidad de tejer. Empezó haciendo adornos para sombreros, ch’ulu, ch’uspa, chumpi, aguayo, phullus, todo lo que podía, ya sea de lana de llama, oveja o de la lana industrial.

En sus tejidos plasma el entorno natural, crea y diseña animales terrestres propios de la zona, animales de aire, bajo tierra y variedad de plantas y producción agrícola. Sus creaciones son referidos al mundo y cosmovisión andina (kay pacha, janaj pacha y uku pacha). También elabora los símbolos patrios como el cóndor, la cantuta, el escudo o la bandera boliviana en otras prendas. 

Todos los conocimientos de doña Anastacia son empíricos. No tiene límites para elaborar todo tipo de diseños.
Todos los conocimientos de doña Anastacia son empíricos. No tiene límites para elaborar todo tipo de diseños.

Para realizar un tejido, ya sea en los telares o en los palillos, se requiere mucha imaginación y creatividad para combinar más de una docena de colores. 

Las vecinas de su comunidad reconocen su habilidad para el tejido. Cualquier dibujo que ve, se expresa en sus tejidos. “Es cuestión de observar detalladamente y calcular, es fácil”, dice sonriendo cuando observa un dibujo impreso que le entregó una de sus caseras para tejer.

Los tejidos de la lana de llama u oveja, como un poncho, requieren un proceso largo. Primero se esquila, se lava, se hila, se torcela, se tiñe con colores naturales de hierbas, después recién pone al telar para empezar a tejer; todo ello se realiza manualmente. Tejer un poncho o aguayo toma hasta tres meses.

“Con puro tejido hice estudiar a todos mis hijos, me compré yunta, gracias a Dios, Él me dio la bendición para que pueda seguir tejiendo”, exclama a modo de descansar al lado de sus ovejas. Ella es católica y muy creyente. Cada día ora y pide a Dios para que todo vaya bien.

Sus tejidos se venden en las ferias semanales en Pongo K’asa, kilómetro 94 de la carretera Cochabamba-Oruro, y otras veces en Confital, kilómetro 121 sobre la misma carretera. Una cinta de adorno para sombrero cuesta alrededor de 100 bolivianos, un ch’ulu está a 600 bolivianos y un aguayo a 2.000 bolivianos. 

Sus obras recorrieron toda la región andina de Cochabamba. “Para cada fiesta sacaba nuevos modelos o nuevas figuras en cada prenda y eso les gustaba mucho a los jóvenes para lucir. Vendía, fletaba o hacía un intercambio (trueque) con productos”.

Su esposo, don Eduardo, se dedica a la agricultura y reconoce que ella fue fundamental para salir adelante económicamente en la familia. Él tiene una discapacidad, es sordo desde hace 15 años. “Eso dificultó mucho en la comunicación dentro de la familia”, lamenta doña Anastacia. 

Desde hace 5 años, aproximadamente, Delgado disminuyó su trabajo debido a problemas de salud que fue presentando: dolores en los pies, rodillas, manos y poca visión.

Actualmente, teje poco, mayormente ch’ulus. Cuida a sus ovejas y ayuda en la producción agrícola. Ella y la mayoría de la población de su comunidad aún mantienen las tradiciones culturales, la vestimenta indígena y originaria de la región. Habla quechua, también aymara. Solamente entiende algunas palabras de castellano. 

ARTE DE TEJER

Doña Anastacia, a pesar de no haber tenido la oportunidad de acceder a la educación para aprender matemática, lenguaje, historia y otras áreas, en sus tejidos expresa todo eso y más.

En el tejido de un ch’ulu en forma de un triángulo isosceles (sobrero característico de la cultura de región andina de Cochabamba) se aplica las cuatro operaciones de la aritmética, la simetría. Realiza figuras geométricas perfectas.

El año pasado, realizó un ch’ulu típico de la región. En el tejido diseñó un cóndor, una liebre, la flor cantuta, los cerros de su comunidad, la producción agrícola y creó su propia imagen con la bandera boliviana. Logró concluir su obra en un mes, todo de forma artesanal. 

Doña Anastacia tuvo 10 hijos, de los cuales viven 8.
Doña Anastacia tuvo 10 hijos, de los cuales viven 8.

Con dicha obra artística se presentó a la 11ª versión de los Premios Eduardo Abaroa, en la categoría Expresiones Culturales Originarias de los Pueblos y Naciones Indígenas Originario y Afroboliviano, en la especialidad de Tejido Originario como representación del departamento de Cochabamba. Ahora, es finalista en esa especialidad. 

Ella nunca participó de algún concurso o actividad fuera de la región. Su hijo le animó a participar y le ayudó con todos los trámites.

Como la entrega de la postulación fue en septiembre del año pasado, doña Anastacia ya la había olvidado. Fue una sorpresa cuando, el 11 de marzo, el Ministerio de Culturas, Descolonización y Despatriarcalización publicó la lista oficial de los finalistas. 

Según el personal de esta cartera estatal, el próximo 26 de abril se realizará la premiación en la ciudad de La Paz.

El año 2021, Martin Maldonado, también del municipio de Tacopaya, ganó el Premio Eduardo Abaroa con el tallado artesanal de un batán. 

ARTESANÍA EN REGIÓN ANDINA DE  COCHABAMBA 

Doña Leonarda Choque es otra de las señoras en la comunidad de Luquiapu que continúa con el oficio del tejido. Con eso sostiene económicamente a sus dos hijos menores. Su esposo falleció en un accidente de tránsito hace nueve años.

A ella tampoco le enseño nadie, aprendió a tejer observando a su hermana mayor.

En la comunidad de doña Anastacia, antes casi toda las mujeres, y algunos varones, tejían todo tipo de prendas de vestir. “No había para comprarse, tenías que hacer tu propia vestimenta”, dice Zacarias Delgado.

La región andina de Cochabamba es una de las zonas más empobrecidas del departamento, pero, a la vez, de las que más revaloriza su cultura.
La región andina de Cochabamba es una de las zonas más empobrecidas del departamento, pero, a la vez, de las que más revaloriza su cultura.

Actualmente, cinco madres de familia se dedican al tejido y venta en dicha comunidad. “Las jóvenes de ahora saben poco y ya no optan, toma bastante tiempo, ellas quieren ganar rápido y no es tan facil”, cuenta doña Anastacia. 

En el municipio de Tacopaya no existe ninguna organización o asociación dedicada al rubro de artesanías tejidas. Cada quien emprende en el oficio por iniciativa propia.

Neyza Velazco, técnico de Turismo y Cultura del municipio de Tacopaya, afirma que aún no existe un plan para revitalizar e incentivar a las artesanas. Sin embargo, próximamente lanzarán una ruta turística que incluye la producción de plantas medicinales y aguas termales curativas; a esto se complementarán los tejidos artesanales. 

Cada martes en la localidad de Confital (Tapacari) y cada sábado en Pongo K’asa (Arque), decenas de mujeres dedicadas al oficio de artesanía en tejido y agricultura se trasladan para ofrecer todo tipo de vestimentas originarias y productos en la feria. 

En esas ferias aún persiste el intercambio de productos, la práctica ancestral conocida como trueque.

Mayormente en la época de Carnaval, los jóvenes lucen el mejor traje en las fiestas de Arque, Tapacari y Bolívar. Existe en cada comunidad un grupo autóctono, ya sea de qhonqoteada y pinkillada en la época de lluvia, y sikureada y charangueada en la época de cosecha.

PROTEGIDA POR LA LEY

La Ley N° 306 de Promoción y Desarrollo Artesanal establece “reconocer, proteger, fomentar, promover y promocionar el desarrollo sostenible de la actividad del sector artesanal, en todas sus expresiones, propias de cada lugar”. Con la finalidad de “facilitar el acceso del sector artesanal al financiamiento, asistencia técnica, capacitación, acceso a mercados, recuperación y difusión de sus saberes, técnicas, aptitudes y habilidades de las artesanas y los artesanos”.

Las mujeres de la región andina de Cochabamba que mantienen las expresiones culturales a través del tejido artesanal y los saberes ancestrales temen que su legado llegue a su fin pronto debido al poco interés de los jóvenes en seguir elaborando estas prendas con técnicas propias.

Como doña Anastacia y doña Leonarda, existen muchas madres y mujeres que conservan la riqueza cultural, el arte de tejer en la región andina de Cochabamba, a la par que impulsan la economía familiar y comunitaria. l

Via: Opinión

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